Ha pasado tiempo desde la última vez. Hoy, todo es distinto.
Estoy sentado en mi silla,
escribiendo sobre el escritorio de mi cuarto. Todo está oscuro, salvo por la
luz que entra por una parte de mi ventana. Fuera, los olores y sonidos propios
de una tarde de invierno en Buenos Aires llegan difusos hacia mis sentidos.
Todo es normal, salvo por una
cosa.
Hoy no es un día cualquiera.
Hace 200 años, un grupo de
hombres visionarios, políticos, con sueños y pretensiones, firmaron una
declaración que libraría a todo un territorio del yugo español y uniría a
hombres de distintas etnias bajo el
amparo de una nueva nación: Argentina. Ese día en Tucumán fue el inicio de algo
nuevo.
Hoy, 200 años después, con dos
siglos de historia y avances a nuestro favor, creo que puedo afirmar que apenas
sí hemos avanzado algo. Tal vez únicamente en tecnología.
La humanidad no ha cambiado.
Nosotros no hemos cambiado. Y 200 años después de esa histórica emancipación,
un joven escribe en su diario, ajeno al mundo exterior.
¿Y en 20 años, cuánto cambié yo?
Mi corazón late con un nuevo
aire. Los dolores del pasado son sólo tinta en viejas páginas. Un nuevo sol
brilla con toda su calidez. Estoy en una nueva etapa, al igual que esos hombres
en Tucumán, hace tanto tiempo.
En nada, saldré a ver a mi novia.
Caminaremos y hablaremos. Y el día de hoy pasará. 200 años
pasarán. Y algún joven volverá a escribir sobre esto. Porque, ¿qué es el
tiempo, más que un irónico círculo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario