Entre ojos inyectados en sangre,
un cuerpo marchito clama.
El silencio lo recubre, y sus
manos se entrelazan en una última señal de paz.
Bajo la penumbra de la vida un
último suspiro se funde con el aire.
¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo el
olvido de la muerte perforará la carne?
Los recuerdos se borran y el
hombre descansa.
Sus luchas, amores y fatigas,
cada historia sin contar
Ya no son más que un eco perdido,
una canción que nunca se cantará.
En su último lecho el hombre ha
de esperar
Esa mañana gloriosa, cuando con
júbilo despertará.
Y en eterna juventud junto a Él
morará.
¡Descansa ya, buen hombre! ¡Pronto
el día llegará!
En recuerdo de los que se fueron, pero esperamos volver a ver.
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